La
Quinta Heeren fue construída por el ciudadano alemán Oscar Augusto
Heeren en 1880 (s. XIX), convirtiéndose en la residencia permanente de
sus descendientes por varias generaciones, entre los cuales se recuercan
a su nieta Carmen Heeren y Barreda, quién se casó en 1900 con su primo
hermano, José Pardo y Barreda –Presidente de la República-, y el segundo
de los siete hijos, José Pardo Heeren (Lima 1903), vivió en la Quinta
hasta la ancianidad. Si bien muchos asegran que varios de los muchos
espíritus que moran en esta monumental casona pertenecen a miembros de
tan noble familia, las leyendas que nos relatan acerca de presencias
fantasmales en este lugar, vienen desde mucho antes: se cuenta que
durante algunas noches suele aparecerse un jinete decapitado montando un
caballo blanco y arrastrando unas pesadas cadenas. Según lo que se
dice, el jinete aquel fue un español que vivió por la zona aquella
durante la época de la colonia y que fue injustamente sentenciado a
morir decapitado.Mucho
tiempo después, cuando la Quinta se convirtió en residencia de diversos
personajes, se inició su leyenda propiamente dicha: A principios del
siglo XX, en la Quinta Heeren vivía un acaudalado comerciante japonés de
nombre Seikuma Kitsutani, quien se dedicaba a la importación de todo
tipo de mercadería y según dicen, tuvo a su cuidado los ahorros de la
colonia japonesa de Lima, siendo por ello, el hombre más poderoso de la
colonia japonesa en el Perú. Debido a dos accidentes, en los cuales se
hundieron los dos barcos que traían su mercadería, Kitsutani se fue a la
quiebra y con ello su orgullo quedó herido. Por ser una persona de
honor, Kitsutani decidió acabar con su vida, en el área de la Quinta
conocida como “el palacete”, realizando el rito del “seppkku”. Tal
acción causó conmoción en la sociedad de la época, y según otras
fuentes, su esposa e hijos siguieron tiempo después sus pasos.Desde
ese trágico momento, el espíritu del japonés sigue paseándose por la
casa donde vivió, no dejando dormir bien a quien la habita, siendo éste
el fantasma más famosos de la antigua Quinta, haciéndose sentir su
presencia, principalmente en las noches, lamentándose por su honor
perdido. Los actuales inquilinos de la Quinta –algunos, viviendo ahí
desde hace 50 años-, no son los únicos que perciben su presencia:
innumerables grupos de visitantes de la Quinta y grupos de técnicos de
cine o televisión (la Quinta Heeren es muy apreciada, para la
realización de series y películas), han llegado a percibir su presencia,
fotografiar sombras, luces, e incluso a filmarlas, así como ver con sus
propios ojos, cómo una antigua silla cruje ante un peso inexistente: la
antigua silla en que supuestamente, acabó con su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario